Mientras Matt estaba trabajando en un proyecto de construcción, ocurrió algo inesperado. Al final del día, cuando estaba terminando sus labores, escuchó lo que parecía ser el llanto de un gatito proveniente de una excavadora del lugar.
El gatito era muy pequeño, al parecer se trataba de un recién nacido. Maulló con mucha fuerza, tratando de conseguir ayuda. Para sacar al pequeño, Matt tuvo que desarmar las placas del fondo de la excavadora.
Amy, la hermana de Matt, le dijo a Love Meow:
«Tenía todo parado para escuchar, y nadie podía escucharlo, excepto él. Buscó y encontró al gatito cerca del motor. Su pequeño cuerpo había estado dentro de esta excavadora todo el día. Tuvo que quitar un perno grande y una placa cerca del motor. Envolvió al gatito en una chaqueta y condujo para encontrarme».
Hombre escucha un gatito en el motor de una excavadora y hace todo para sacarlo
El gatito atigrado fue llamado Max, y aunque no fue el único gatito encontrado ese día, fue el único sobreviviente de su camada. Matt lo llevó con su hermana para que ella lo ayudara a recuperarse y poder brindarle los cuidados necesarios.
Max era muy pequeño y pesaba apenas 70 gramos, lo cual era aproximadamente la mitad del tamaño que debería tener, y su cordón umbilical aún estaba adherido a su cuerpo.
Amy cuenta:
«Estaba cubierto de suciedad, que le llenaba la boca y las orejas. Lo limpié suavemente con una bola de algodón húmeda y descubrí que tenía quemaduras en el costado de la cara y las patas delanteras».
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El felino fue alimentado con fórmula para gatitos, recibió una cama caliente para descansar y pasó las primeras 24 horas en su nuevo hogar recibiendo atenciones y mimos. Pronto comenzó a subir de peso e insistió en acurrucarse con Amy después de cada comida.
Max encontró su ronroneo y lo dejó salir alegremente. Todavía era muy pequeño, pero mostraba fortaleza y ganas de vivir. Tan pronto como sus ojos se abrieron, intentó trepar por cada rincón de la casa con mucho vigor.
Amy recuerda que las primeras tres semanas de vida de Max fueron realmente tensionantes, ella no sabía si el pequeño podría sobrevivir, pero mostró determinación. El gatito se aferró a su madre humana en busca de amor y consuelo.
Después de varias semanas, Max cruzó la marca de una libra y se mudó a un pequeño corralito donde podía mover sus patitas y aprender a caminar.
Pronto, Max descubrió la comodidad de la cama de sus humanos y decidió meterse bajo el edredón. Cuando conoció al resto de la familia se posó en su regazo o en sus hombros, y le ofreció a cada persona un poco de su amor.
Amy cuenta:
«Ronroneó desde el principio y le encanta jugar con quienquiera que juegue con él, incluido nuestro perro. Es un milagro».
Max se ha convertido en un joven gato atigrado, es muy juguetón y travieso, y disfruta explorando cada rincón de la casa. Es el compañero de siesta más encantador, y siempre está llenando a todos de abrazos.
Ahora, Max ha conseguido una oportunidad de vivir junto a una familia amorosa que lo adora y disfruta de sus travesuras.