Cuando Chuck Hawley encontró a un pequeño gatito pegado al pavimento cerca de Salem, Oregón, en 2018, supo en cuestión de minutos que había encontrado un amigo para toda la vida.
Después de liberarlo del concreto y buscar sin éxito a su familia, humana o felina, decidió llevarlo a casa. Lo llamó Sticky, y desde el primer momento crearon un lazo único. Aunque no era su primer gato, jamás había experimentado una conexión igual. Una de sus actividades favoritas era ir juntos a tomar café en Dutch Bros y “hablar de la vida”.
Sticky no podía responder con palabras, pero encontraba la manera de comunicarse.
Chuck le dijo a The Dodo:
“Recibí muchas respuestas a preguntas importantes gracias a él. Sticky no era un gato común. Era pura magia.”
Gato del refugio toma la mano de un visitante en duelo
Durante seis años inseparables, compartieron logros, vivencias y hasta la creación de un libro infantil basado en su historia: A Sticky Situation, que tocó el corazón de amantes de los animales en todo el mundo. Sticky incluso lo acompañó mientras escribía otros libros, incluyendo uno sobre el duelo: We Don’t Say Goodbye.
Pero a finales de 2024, Sticky enfermó gravemente. Chuck tuvo que tomar la dolorosa decisión de dejarlo partir. El día de la despedida, recibió una señal conmovedora:
Chuck añadió:
“Entramos al cuarto y mi esposa señaló la estantería. We Don’t Say Goodbye estaba en la cima del montón. Fue como si Sticky dijera: ‘Nos volveremos a ver. Sigue adelante y no olvides lo que logramos juntos’.”
Con el libro en una mano y la patita de Sticky en la otra, Chuck se despidió entre lágrimas. No imaginaba que una nueva señal estaba por llegar.
Pocos días después, pasó frente a la Oregon Humane Society y decidió entrar, sin intención de adoptar, solo para aliviar la tristeza viendo a unos gatitos. Le informaron que todos habían sido adoptados esa mañana, pero podía visitar los gatos del fondo. A punto de irse, algo lo hizo retroceder.
Caminó entre jaulas cubiertas con lonas azules hasta llegar a una donde un gatito le recordó a Sticky. Le deseó buena vida y se dirigió hacia la salida… hasta que sintió una patita tocándole el brazo.
Chuck contó:
“Saqué el celular para tomarle una foto, y mientras lo hacía, él simplemente dejó la patita colgando… como si supiera exactamente lo que necesitaba”.
Al correr la lona, descubrió un gato llamado Allen. Su apariencia era distinta, pero al voltear de perfil, la semejanza con Sticky era asombrosa. Chuck supo de inmediato que no podía irse sin él.
Ese mismo día, salió del refugio con Allen en brazos y una chispa de esperanza en el corazón. Allen no reemplazó a Sticky, pero empezó a sanar una herida imposible.
Chuck dijo:
“Ha sido la mejor medicina que pude haber pedido. Cuando el dolor me abruma, él se acurruca a mi lado y espera a que la tristeza se disuelva.”
Allen se adaptó al hogar como si siempre hubiese vivido allí. Sabía incluso los rincones favoritos de Sticky, como si se los hubieran contado.
Chuck está convencido de que Sticky aún le envía señales. Con Allen a su lado, puede seguir adelante sabiendo que su viejo amigo sigue cerca, de alguna manera.
El hombre finalmente dijo:
“No puedo imaginar dónde estaría hoy si Sticky no me hubiera enviado a Allen.”